11 de diciembre de 2017

«Zootrópolis», una animalada de traducción. Entrevista con Lucía Rodríguez


Si eres de esos que piensan que las películas de dibujos animados «son solo para críos», me da que esta entrada no va a ser para ti.

Zootrópolis (2016) fue una sorpresa muy agradable. Lo que podía parecer otro proyecto más de Disney que pasaría sin pena ni gloria por las salas de cine resultó ser uno de los mejores largometrajes (tanto animados como en imagen real) de aquel año. El guion no solo acierta por completo en el tono, los personajes y el humor, sino que también incluye un sorprendente comentario social sobre temas de tanta actualidad como la discriminación racial, el machismo o el acoso que, probablemente, solo los más mayores podrán apreciar. Uno de esos extraños casos en el que todas las piezas encajan y acaban creando un éxito tanto a nivel de público como de crítica. Y, sin duda, todo un reto para los responsables de su traducción a nuestro idioma. De hecho, Lucía Rodríguez Corral, su traductora, y Lorenzo Beteta, su ajustador, acaban de recibir el premio ATRAE a «Mejor traducción y adaptación para doblaje de película estrenada en cine» en la quinta edición de dicho certamen. La excusa perfecta para dedicarle una entrada a este peliculón.

Lo cierto es que el guion de este largometraje podría pasar perfectamente por un catálogo de la gran variedad de dificultades a las que llega a enfrentarse un traductor audiovisual. Para empezar, se desarrolla en un mundo imaginario habitado por animales antropomórficos. Para adaptarlo al español, no queda otra que ejercitar la creatividad y, como ya hemos comentado en alguna ocasión, acuñar equivalentes en nuestro idioma para términos inventados para la ocasión en la versión original. En el doblaje nos encontramos con lugares como el Distrito Tundra, la Plaza Sahara o el Distrito Selva Tropical u objetos como los guantes de trompa y los patapolos (pawsicles en el original). Y también con mi equivalencia preferida, la Dirección Animal de Tráfico (Department of Mammal Vehicles). Un nombre mucho más sincero para este organismo que el que tiene en nuestra realidad. 

Además, como es de esperar, abundan los juegos de palabras. Solo hay que echarle un vistazo al nombre completo de algunos de los personajes. Entre la fauna que habita esta ciudad encontramos a la teniente de alcalde Ovina (Bellwether), el alcalde Leónidas Lionheart (Leodore Lionheart), el señor Nutrialson (Otterton) o el delincuente de poca monta Comadríguez (Weaselton). ¿A que es fácil adivinar de qué especie es cada uno?

Por si todo esto fuera poco, la intertextualidad también tiene cabida en el menú (y ya sabéis que yo este tema no lo puedo dejar pasar). A lo largo de los ciento ocho minutos de metraje, se referencian tanto obras de la propia Disney (ese «Suéltalo» que suelta cierto comisario) como producciones audiovisuales ajenas a la compañía del ratón, con escenas que parecen salidas de El Padrino (1972) o Breaking Bad.

Es imposible visionar esta cinta y que no se te ocurran unas cuantas preguntas sobre cómo fue su proceso de traducción. Afortunadamente, Lucía Rodríguez ha sido tan amable como para dejarme hacérselas. Lucía es toda una especialista en cine de animación y es la responsable de la traducción al castellano de títulos de la talla de Los Increíbles (2004), WALL•E (2008), Up (2009) o Frozen: El reino del hielo (2013), pero, ojo, también de largometrajes tan adultos como Cincuenta sombras de Grey (2015) o la muy recomendable Déjame salir (2017). También es una experta en corrección de textos, redacción comercial y adaptación y traducción creativa de textos publicitarios. A pesar de estar tan ocupada, ha podido sacar un rato para atenderme. Os dejo con todo lo que siempre quisisteis saber sobre la traducción de Zootrópolis o, al menos, con lo que yo me he atrevido a preguntar.

—Lucía, pese a que de manera previa a su estreno se podía pensar que Zootrópolis era un producto menor de Disney, la película acabó cosechando un gran éxito de crítica y público (Óscar incluido). ¿Cuáles fueron tus primeras sensaciones cuando te enfrentaste a este encargo? ¿Qué recuerdo guardas en general del proceso de traducción?

Cuando empiezo a traducir algo, nunca pienso en términos de producto «mayor» o «menor». Para mí, todos los encargos son importantes e intento tratarlos a todos con el mismo cariño. Además, cuando empieza el proceso de traducción, normalmente ni siquiera existe información publicada sobre la película, por lo que una se enfrenta al proyecto sin prejuicios. En general, recuerdo este proyecto como un proceso muy complicado, porque empezó a trabajarse con la primera versión un mes de julio y no se terminó hasta enero del año siguiente. Se hicieron muchas versiones diferentes y se trabajó en condiciones difíciles para todos. Fue realmente tortuoso, no puedo decir que tenga muy buen recuerdo del proceso, lamentablemente. Además, coincidió con una situación personal muy dura y eso influyó, claro. La parte de traducción pura, la de creación, sí fue divertida y gratificante, pero el recuerdo queda un poco empañado por lo demás. Por suerte, es un caso excepcional y la mayoría de los proyectos discurren con más fluidez para todos.

—Una de las características más interesantes de esta película es que crea un universo propio que resulta novedoso para el espectador. Adaptar al español todos los elementos que componen este mundo animal debe de suponer todo un reto para la creatividad del traductor. ¿Cómo te enfrentaste a este desafío?

La verdad es que no me planteé este desafío como algo especial. Llevo muchos años trabajando en animación y la creación de elementos de fantasía forma parte del proceso habitual. Mi enfoque es siempre el mismo: buscar una simetría con la versión original. Lo que sorprende en inglés debe sorprender en español, y por motivos parecidos. A mí lo que me funciona es eso: ser fiel al original para que la obra doblada cause al espectador español las mismas sensaciones que la obra en inglés. La traducción es un proceso creativo per se, pero tampoco somos los guionistas originales. Hay muchas cosas que ya están resueltas en el original, solo hay que dejarse guiar por ellas. Es cierto que supone un reto para la creatividad, pero esa es precisamente la parte que más me gusta de mi trabajo.



—La peculiar ambientación de la cinta facilita que los juegos de palabras campen a sus anchas por todo el metraje (y no solo en chistes puntuales, sino también en los nombres de los personajes y algunas de las expresiones que utilizan). ¿Supuso esto una dificultad añadida?

Te digo un poco lo mismo que antes. En ese sentido, esta película tampoco es distinta a otras obras de animación. Es habitual que haya universos de fantasía, chistes, nombres con significado... Por supuesto, todo eso supone una dificultad añadida, pero también es lo que, a mi juicio, aporta interés a este tipo de traducción: pone a prueba tu creatividad y te obliga a buscar soluciones que no se encuentran en los diccionarios. Hay que echar mano del cerebro. Ciertamente, añade complejidad, pero también hace que traducir sea más divertido. Traducir podría ser más fácil, pero también podría ser mucho más aburrido.

—Pese a tratarse de una producción familiar, Zootrópolis cuenta con un subtexto bastante adulto y presenta ciertas referencias que solo serán captadas por los más mayores. Aun así, no olvida en ningún momento que también está dirigida a niños de todas las edades. ¿En qué grado influye en tu trabajo la necesidad de mantener este equilibrio?

Sinceramente, no influye demasiado. Como decía antes, si te dejas guiar por el original, ese problema queda resuelto en gran medida. Yo nunca soy partidaria de «simplificar» o «infantilizar» una traducción, aunque a priori esté dirigida a niños. Si el diálogo original contiene vocabulario que pueda considerarse «difícil», por ejemplo, creo que mi función como traductora es plasmarlo de la misma manera. Y lo mismo pasa con todo lo demás. Si te esfuerzas por conseguir un resultado simétrico en español, te aseguras de respetar todos los matices (en la medida en que sea posible), en todos los aspectos. Hacer una película es un proceso muy largo y costoso y todo lo que aparece en pantalla está ahí por un motivo. Ha habido muchas personas que, antes que nosotros, han dedicado tiempo, neuronas y dinero a hacer esa película tal y como está: como traductores, debemos tener eso en cuenta. No podemos cambiar las cosas porque sí. Siguiendo este principio, si el original tiene subtexto adulto o referencias que no son infantiles, basta con que tratemos de no pasarles por encima y plasmarlas de forma simétrica en la traducción. Basta con no añadir ni restar cosas.



La escena de los perezosos es uno de los momentos más recordados del largometraje. Seguro que para Lorenzo Beteta, el ajustador, se convirtió en un verdadero quebradero de cabeza. ¿Qué tal la experiencia de traducir «a cámara lenta»?

En realidad, aunque esa escena es memorable, no dio demasiados quebraderos de cabeza para la traducción. Incluso el chiste de la camella se tradujo de una forma bastante literal, no hizo falta inventar mucho en español. Pero lo cierto es que, cuando llevas traducidas ya varias versiones y llega la escena del perezoso otra vez, lo que te apetece es estrangularlo, entiendes perfectamente lo que siente Judy Hopps en ese momento.

—Teniendo en cuenta que hoy en día el trabajo del traductor no recibe siempre toda la visibilidad que debería, ¿qué ha significado para ti recibir un premio ATRAE por este proyecto?

Me ha hecho mucha ilusión recibir un premio ATRAE por varios motivos. El primero, porque es un reconocimiento de los compañeros de profesión, y ellos saben de lo que hablan. Así que se agradece especialmente que consideren que tu trabajo es merecedor de un premio. En segundo lugar, porque ya he comentado que este proyecto nos hizo sufrir a todos los que trabajamos en él y, la verdad, me gusta comprobar que los esfuerzos sirven para algo. Ya que todos nos dejamos la piel, es gratificante que se haya notado en el resultado final. Por supuesto, que este premio sirva para dar visibilidad a nuestra profesión, me parece lo más importante: para eso se crearon los premios ATRAE y están consiguiendo su objetivo. En lo personal, me encanta que me hayan dado el premio cuando se cumple mi vigésimo aniversario como traductora profesional. Pero, sinceramente, lo que más me ha gustado de recibir este premio es la ilusión que les ha hecho a mis padres. Me encanta que mi trabajo les haga sentir tan orgullosos.

Muchas gracias por haber sido tan accesible y enhorabuena por el premio, Lucía.

Si queréis saber más sobre el trabajo de Lucía, podéis seguirla en Twitter (@truchimana) o visitar su página web. Si queréis conocer más detalles sobre ATRAE y sus premios, solo tenéis que pulsar aquí. Si queréis echarle un ojo a Zootrópolis, os está esperando en Netflix. Disfrutaréis de un doblaje que sabe lidiar con todos los retos que le pone la versión original sin que el espectador apenas se dé cuenta y os demostrará que, en algunos casos, las películas de dibujos animados no son solo para críos. 

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