El traductor debería
considerar grandes regalos tanto la fantasía como la ciencia ficción (las
fronteras entre las dos son cada vez más difusas, sobre todo en la sección de
libros del Fnac). Ambas le permiten echar mano de su recurso favorito. No, no
estoy hablando de la Fundéu,
sino de la imaginación. ¿A qué traductor no le gustaría atacar naves en llamas
más allá de Orión? ¿Quién no querría ver rayos C brillar en la oscuridad cerca
de la puerta de Tannhäuser? Hay gente que ha traducido cosas que vosotros no
creeríais.
Yo descubrí todo esto
cuando participé en los cursos de Traduficción
que imparte Manuel de los Reyes (@tradelosreyes),
un nombre que debería sonarte muy mucho si te interesa la traducción literaria,
para Con Trazo Firme.
A la hora de realizar los ejercicios, consistentes en la traducción de
fragmentos de novelas pertenecientes a estos géneros, me di cuenta de las
enormes posibilidades que ofrece un texto así. Sus palabras te piden creatividad
a gritos. Después, cuando todos los participantes pusimos el trabajo en común y
comparamos las diferentes alternativas que se nos habían ocurrido, comprobé
que, efectivamente, las soluciones pueden ser infinitas, pero también es
infinito el cuidado que hay que tener a la hora de seleccionar la más adecuada
de acuerdo con el texto original.
Antes de seguir,
deberíamos establecer una distinción entre las obras audiovisuales de género
fantástico que resulta especialmente relevante para la labor del traductor. Según
su origen, encontramos películas que son adaptaciones al cine de una obra
previa (libros, cómics, videojuegos…) y otras que son productos originales. El
modo de enfrentarse a la traducción de las primeras presenta una importante
diferencia respecto al trabajo con las últimas.
En el primer grupo,
incluiríamos sagas como Harry Potter, El señor de los anillos o
Los juegos del hambre. En estos
casos, será muy importante documentarse sobre cómo se tradujo la terminología
específica en el material original y preocuparse por conservar la
intertextualidad. Es un método de trabajo que tiene como consecuencia que el
traductor no pueda permitirse ser excesivamente creativo, pero los numerosos
seguidores de este tipo de productos agradecen cierta coherencia en la
denominación en español de los términos. Para que me entendáis, Frodo no puede
vivir en la Tierra del Medio ni apellidarse Mochilón.