22 de enero de 2016

No hablo spagnolo. El arte de traducir del español al español

Es una verdad universalmente reconocida que toda persona de bien posee amplios conocimientos sobre el arte de la traducción. El traductor común está más que acostumbrado a que le recuerden que encargos de miles de palabras se pueden hacer en cinco minutos (¿o acaso no sabe usar el diccionario?). Tampoco le resulta extraño que algún cliente le aliente señalándole que su sobrino, que estuvo tres semanas aprendiendo inglés en Irlanda, podría realizar el mismo trabajo a la perfección. Si comete la temeridad de interesarse por la traducción audiovisual, en su entorno no perderán la oportunidad de comentarle emocionados que están deseando escuchar su voz en alguna película de próximo estreno. Todas estas afirmaciones denotan un vasto dominio de la materia. Por tanto, me parece muy sorprendente que gran parte del público desconozca que, en ocasiones, los traductores se ven en la tesitura de tener que traducir del español al español.

Teniendo en cuenta que el español es la segunda lengua más hablada del mundo y que la cultura hispanoamericana tiene especial relevancia en Estados Unidos, no nos debería sorprender que nuestro idioma realice apariciones especiales en la versión original de algunos largometrajes o series. Se suele utilizar para caracterizar a los personajes latinos y para crear situaciones repletas de dificultades comunicativas que, generalmente, buscan un efecto cómico. No hace falta ser Erasmo de Róterdam para concluir que esto último supone un problema importante a la hora de traducir, puesto que los personajes que originariamente hablaban dos idiomas distintos pasarán a comunicarse usando la misma lengua en el doblaje al español. Son varias las dudas que nos asaltan al llegar a esa conclusión: ¿será posible mantener de alguna manera la diferenciación lingüística y los malentendidos en la traducción? ¿Es mejor que el traductor no toque nada y aproveche el regalo que supone que le den directamente algunas frases en español? ¿Qué haría Google Translate ante un caso así?

Quico Rovira-Beleta, uno de los grandes de la traducción audiovisual en España, nos dice en el documental Voces de película (disponible en YouTube y de visión obligada para cualquiera que esté interesado en el doblaje cinematográfico) que hay dos tendencias principales a la hora de enfrentarse a este problema. La primera es doblar con acento latinoamericano al personaje que hable nuestra lengua en el original. La contraposición entre el castellano y el español latinoamericano mantendría la sensación de que los personajes hablan de forma diferente y permitiría que también se dieran equívocos en el producto traducido. La segunda estrategia consiste en sustituir el español por otros idiomas como el portugués o el italiano, que resultan teóricamente fáciles de entender para el público de este país. Una solución que modificaría el material de una manera más profunda, pero cumpliría su función.

8 de enero de 2016

¿Me llamo Bond? La unificación de marca en «Spectre»

A lo largo del 2015, los amantes del cine de espionaje estuvieron de enhorabuena. Desfilaron por la cartelera acercamientos tan diversos a la figura del agente secreto como Kingsman. Servicio secreto, Espías, Operación U.N.C.L.E., Misión imposible: Nación secreta, American Ultra o Anacleto: agente secreto. Todas ellas bastante divertidas y algunas incluso entre lo mejor del año (sí, te estoy mirando a ti, Kingsman). Por si todo esto fuera poco, en noviembre volvió a las andadas el mejor de los espías. ¿El gobierno de los Estados Unidos? No, amigos, me estoy refiriendo a James Bond.

Skyfall (2012) supuso una fusión perfecta entre todo lo que mola del nuevo Bond interpretado por Daniel Craig y todo lo que molaba del Bond más clásico, sazonada con una fotografía exquisita, un Javier Bardem desatado y un temazo de Adele de esos que es imposible no ponerse a cantar a voz en grito con cualquier excusa. Una combinación mejor que cualquier Martini con vodka (aunque sea mezclado, pero no agitado). Después de esta bonita sorpresa, los seguidores de 007 morían por conocer detalles de su siguiente aventura. No tardó mucho en salir a la luz que el director Sam Mendes iba a repetir y, entonces, la pregunta pasó a ser cómo lograría superarse esta vez. Cuando se reveló el título, a los fans de toda la vida no les quedó ninguna duda…


Aunque puede que a algunos de los fans españoles sí.

El título, que se ha mantenido inalterado en nuestro país, no se refiere a ningún ectoplasma (lo sentimos, Iker Jímenez), sino que alude a S.P.E.C.T.R.E., una organización criminal internacional a la que solía enfrentarse James Bond en las películas clásicas. Dicho nombre es un acrónimo en inglés de Special Executive for Counter-intelligence, Terrorism, Revenge and Extortion. Su líder era Ernst Stavro Blofeld, cuya icónica apariencia, que incluía calva, cicatriz en el ojo y gato blanco en el regazo, inspiraría el inolvidable personaje del Dr. Maligno de la saga Austin Powers. Esta organización, que ya aparecía en las novelas de Ian Fleming, ha sido siempre conocida en nuestro país como S.P.E.C.T.R.A. (¡la intertextualidad ataca de nuevo!). El cambio de la última letra se debe principalmente a que el significado que se ha establecido para las siglas en nuestro idioma es: «Sociedad Permanente Ejecutiva de Contraespionaje, Terrorismo, Rebelión y Aniquilamiento». Sin embargo, este término no se ha utilizado como título español de la película. Dejemos a un lado cualquier reticencia hacia la elección de la productora (el «daño» ya está hecho) e intentemos dilucidar por qué motivo se inclinaron por esta solución.