8 de enero de 2016

¿Me llamo Bond? La unificación de marca en «Spectre»

A lo largo del 2015, los amantes del cine de espionaje estuvieron de enhorabuena. Desfilaron por la cartelera acercamientos tan diversos a la figura del agente secreto como Kingsman. Servicio secreto, Espías, Operación U.N.C.L.E., Misión imposible: Nación secreta, American Ultra o Anacleto: agente secreto. Todas ellas bastante divertidas y algunas incluso entre lo mejor del año (sí, te estoy mirando a ti, Kingsman). Por si todo esto fuera poco, en noviembre volvió a las andadas el mejor de los espías. ¿El gobierno de los Estados Unidos? No, amigos, me estoy refiriendo a James Bond.

Skyfall (2012) supuso una fusión perfecta entre todo lo que mola del nuevo Bond interpretado por Daniel Craig y todo lo que molaba del Bond más clásico, sazonada con una fotografía exquisita, un Javier Bardem desatado y un temazo de Adele de esos que es imposible no ponerse a cantar a voz en grito con cualquier excusa. Una combinación mejor que cualquier Martini con vodka (aunque sea mezclado, pero no agitado). Después de esta bonita sorpresa, los seguidores de 007 morían por conocer detalles de su siguiente aventura. No tardó mucho en salir a la luz que el director Sam Mendes iba a repetir y, entonces, la pregunta pasó a ser cómo lograría superarse esta vez. Cuando se reveló el título, a los fans de toda la vida no les quedó ninguna duda…


Aunque puede que a algunos de los fans españoles sí.

El título, que se ha mantenido inalterado en nuestro país, no se refiere a ningún ectoplasma (lo sentimos, Iker Jímenez), sino que alude a S.P.E.C.T.R.E., una organización criminal internacional a la que solía enfrentarse James Bond en las películas clásicas. Dicho nombre es un acrónimo en inglés de Special Executive for Counter-intelligence, Terrorism, Revenge and Extortion. Su líder era Ernst Stavro Blofeld, cuya icónica apariencia, que incluía calva, cicatriz en el ojo y gato blanco en el regazo, inspiraría el inolvidable personaje del Dr. Maligno de la saga Austin Powers. Esta organización, que ya aparecía en las novelas de Ian Fleming, ha sido siempre conocida en nuestro país como S.P.E.C.T.R.A. (¡la intertextualidad ataca de nuevo!). El cambio de la última letra se debe principalmente a que el significado que se ha establecido para las siglas en nuestro idioma es: «Sociedad Permanente Ejecutiva de Contraespionaje, Terrorismo, Rebelión y Aniquilamiento». Sin embargo, este término no se ha utilizado como título español de la película. Dejemos a un lado cualquier reticencia hacia la elección de la productora (el «daño» ya está hecho) e intentemos dilucidar por qué motivo se inclinaron por esta solución.


El fenómeno ante el que nos encontramos se trata de una unificación de marca provocada por cuestiones de marketing. A veces, a las productoras les puede venir bien que una película (o alguno de sus elementos) mantenga la misma denominación en la mayoría de los países en los que se estrena. Principalmente, debido a motivos comerciales. A pesar de no ser creativo publicitario, uno puede llegar a entender que el hecho de que tu marca sea conocida por el mismo nombre en gran parte del mundo puede hacer un poco más fáciles las cosas a la hora de promocionarla, sobre todo hablando de producciones con costes tan altos. El principal inconveniente de esta estrategia es que puede llegar a interferir en la intertextualidad. Por supuesto, estas decisiones publicitarias vendrán determinadas por la productora y sus equipos de marketing y el traductor poco más podrá hacer que acatarlas. Sirva esto de ejemplo de la manera en que distintos factores externos terminan influenciando su trabajo. En algunos casos solo se unifica el título, pero estas decisiones también pueden afectar al doblaje de la película. ¿Qué ocurrió en esta ocasión?

Al escuchar los tráilers en español, muchos nos temimos que la modificación no se limitaría al título y ya nos preparábamos para rebautizar a Blofeld y los suyos. Afortunadamente, las decisiones de traducción tomadas en los tráilers no siempre se repiten en el producto final, donde existe un mayor contexto. Una vez en la sala de cine, descubrimos que los personajes seguían refiriéndose a la organización criminal como «S.P.E.C.T.R.A.» en el doblaje español. No sabemos si es lo que estaba previsto desde el principio, pero se agradece que, aunque no haya sido posible conservar esta referencia tan especial para los fans del espía británico en el título, sí se haya podido respetar la intertextualidad en la propia película.

Como ejemplo de largometraje en el que se realiza una unificación de marca tanto en el título como en el doblaje se me ocurre la ya citada Operación U.N.C.L.E. (cuyo título original es The Man From U.N.C.L.E.). Esta irregular pero simpática cinta de Guy Ritchie está basada en una serie de los años 60 que fue conocida como El agente de la C.I.P.O.L. en España. Por la razón que sea, la productora decidió mantener las siglas inglesas y olvidarse de las traducciones previas (quizá no tenía demasiada confianza en la popularidad de la marca en nuestro país). Eso sí, decidió mantenerlas con una pronunciación que sacaría los colores hasta a tu tío, ese que está aprendiendo inglés por el método Vaughan. Pero bueno, volvamos al bueno de Bond, James Bond, que estoy divagando.


Dejando de lado cuestiones traductológicas, hay que decir que la película no está mal. Antes que nada, tengo que confesar que siempre he tenido una especial predilección por Daniel Craig como James Bond. Aunque vaya de moderno, el agente 007 no deja de ser un señor con unos ideales anclados en el pasado (admitámoslo, podría ser un invitado perfecto para el programa de Bertín Osborne). El glamour nos ciega, pero estamos hablando de un alcohólico racista, machista y clasista que, en el fondo, no es más que un matón a sueldo. El físico de Craig le encaja como un guante y no se puede negar que el tío tiene mucho carisma. Por tanto, ya podéis adivinar que cuando ha empezado a interesarme de verdad el personaje ha sido en esta etapa de la saga.

Tras el éxito de Skyfall, Sam Mendes ha decidido no repetirse y ofrecernos un acercamiento diferente al espía británico, mucho más cercano a su concepción clásica. El resultado, aunque lejos de redondo, es interesante. Es obvio que esta entrega no supera a la precedente y que tiene serios problemas de ritmo, pero la encuentro muy disfrutable. Uno no puede menospreciar una película con un prólogo impresionante, escenas de acción divertidas y Christoph Waltz haciendo lo que mejor se le da (hacer de Christoph Waltz). No sé si esta será la última vez que disfrutemos a Daniel Craig como agente al servicio de su Majestad, pero hay una cosa de la que estoy seguro.

Volveremos a vernos, señor Bond.

2 comentarios:

  1. ¡Hola, Yeray!

    Interesante observación. Parece que, si ya teníamos claro que en traducción audiovisual la imagen se impone al diálogo, ahora hay que añadir el marketing a la lista, aún a costa de la intertextualidad. Lo que me pregunto es: entre la imagen y el marketing, ¿quién puede más? :-P

    Por cierto, ¿tienes alguna evidencia de que lo que han hecho con U.N.C.L.E. se deba a una decisión de marketing, y no a un simple error de doblaje? En cualquier caso, es un ejemplo que me ha marcado desde que lo vi. Ahora a ese fenómeno yo lo llamo "hacer un uncle".

    ¡Un saludo!

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    1. ¡Hola, Guillermo!

      Qué alegría leerte por aquí. Últimamente se está anteponiendo mucho el marketing al sentido común, por desgracia, pero de vez en cuando se toman decisiones en las productoras que llaman a la esperanza.

      Sobre lo de U.N.C.L.E., creo que podemos estar algo seguros de que el marketing tuvo algo que ver. Más que nada, porque unificaron el término para toda Europa. En Hispanoamérica sí que volvieron a usar «C.I.P.O.L.», pero igual fue porque allí es una marca más potente. Sobre cómo lo pronuncian... eso sí que no sé a quién se le ocurrió. De todas maneras, te cojo prestada la expresión «hacer un uncle» desde ya, porque me parece perfecta.

      Saludos.

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